Educación y buenas costumbres, en el trato hacia los demás. No al lenguaje soez y vulgar


       
      En este artículo plantearé —someramente— una problemática que realmente me alarma y me preocupa seriamente, como lo es el trato inadecuado e impropio que hoy impera al momento de comunicarnos con amigos, familiares y personas a quienes no conocemos, o que simplemente les brindamos un servicio.
       ¿Venezuela es el único país donde se conversa hablando como “animales”? Diálogo entre dos “panas”:
       —¿Qué pasó, perro? Háblame, rata. ¿Qué hay?
       Engorilado por un chigüire que me está zamureando a la jeva.
       —Mosca, puedes buscarte una culebra.
       —¡Qué va, ese es un becerro, le voy a meter un burro ´e tortazo a ese gallo!
       —Bueno, perro. Nos vemos, tengo ratón y la cuaima está esperándome. ¡Zape gato!
       Según el diálogo anterior, pareciera que viven en un zoológico.
       Lo más infame de la conversación precedente, con ese tipo de “léxico” es que así quieren que TODOS nos “comuniquemos”. Algunos desean imponer un “nuevo lenguaje”, una “neolengua” incluyendo toda una gama de vulgaridades, que hoy en día utilizan hasta las «damas».
       “Los tiempos cambian” y la forma de comunicarnos también, es cierto, pero es horrible escuchar a las féminas decirse: marica, huevona (“güevona”), prostituta, bruja y otras vulgaridades, sencillamente impronunciables. Es público y notorio que este “lenguaje” siempre lo han empleado los hombres, y como a nadie le pareció “anormal” ni lo cuestionó, ahora es “moda” entre las mujeres también (de todas las edades). Las “damas” no solo se hablan con groserías, sino que se valen de cualquier tipo de infames calificativos, “de lo más natural”, como si hubiésemos perdido nuestros nombres propios.
       Pasamos de los usuales, aunque no muy aceptados tampoco como "chica, chama, sama”, y los más nuevos “mana”, “manita”, “ami”, “amiguita”, “amigui”, “amichi", y similares, a otros de tonos muy diferentes, y sencillamente inaceptables. Ah, y es muy cool, los grupos de amigas que no se traten así, “no están en nada”. Y no importa el “estrato social” ni el nivel educativo; es igual oír este detestable lenguaje en todos los grupos de mujeres, desde las más humildes —y con menos recursos económicos— incluyendo a la “clase media”, por supuesto, hasta las más elegantes, “finas” y adineradas. No soy pacata ni anticuada, pero esa “nueva” manera de tratarse entre mujeres, no puede instaurarse habitualmente, como forma de interrelación.
       Y el asunto se agrava cada vez más, pues ahora los hombres les dicen “marica” a las mujeres; las mujeres se dirigen a los hombres como “marico” (en lugar de sus nombres, esos, que los padres pasaron nueve meses pensando ponerles a sus hijos, pero ahora todos se llaman “marico” y “marica”). A propósito, tuve la desafortunada oportunidad de escuchar una conversación entre una pareja de “novios”, y constantemente se referían a cada uno como “marico” y “marica”. ¡Fin de mundo! como diría mi mamá. Y más recientemente, oí como una esposa, delante de sus hijos pequeños, le decía “marico” a su esposo.
       Es cierto que las palabras malsonantes forman parte de nuestro vocabulario, es una realidad, es un hecho irrefutable, nadie dice una palabra “bonita o agradable” cuando se está molesto, o de mal humor, cuando se da un martillazo o se golpea el pie con la pata de la cama a medianoche, y en estos casos, la grosería proferida es directamente proporcional al dolor que se padece en ese momento, ¿cierto? Cada uno de nosotros, en algún momento determinado, expresamos una que otra obscenidad, pero de allí a decir solo cinco palabras y mil vulgaridades, es inadmisible.
       Aparte del lenguaje soez y chabacano, somos muy “cariñosos” y pecamos de confianzudos, en lugar de aplicar las normas de cortesía siendo amables y educados al momento de saludar o atender a quienes no conocemos, por lo cual debemos evitar, pues no es culto decir: mamita, mami, mi amor, mi reina, belleza, corazón, papi, papa, papá, madre, y muchos otros más, cuando nos relacionamos con los demás, en sitios como restaurantes, clínicas, empresas, bancos, comercios, etc. En estos casos, lo correcto es usar: señor, señora, señorita, joven, dama, caballero… Y si se sabe el nombre de la persona a quien se dirige, simple y llanamente llámelo así: Pedro, Carmen, María, Andrés, etc. Para empeorar la situación, últimamente he escuchado a caballeros tratarse de papi, pastelito, etc. (?).
       Otro caso recurrente, y de muy mal gusto, es llegar a una carnicería, por ejemplo, y quien despache te diga: ¿"Qué quiere mi reina, mamita, corazón, belleza?, o cualquier otro calificativo. ¡Espantoso! Muchas mujeres detestamos y no toleramos este “trato” pero nada decimos, no solicitamos respeto al ser tratadas de esta forma, no sé si por vergüenza, o simplemente, como con casi todo lo que acontece a nuestro alrededor, “lo dejamos pasar” o solamente “no le damos mayor importancia”, porque supuestamente ya forma parte de nuestra cotidianidad.
       Debemos eliminar de nuestro vocabulario ese trato confianzudo, grosero y ordinario, el cual es incorrecto y totalmente inadecuado. Por consiguiente, todos podemos colaborar como sociedad, para que este “lenguaje” no siga arraigándose como algo "normal". En este sentido, hago un llamado, especialmente a los padres y representantes, para que no permitan que sus hijos o representados, se expresen de esa forma, ya que la educación familiar forma parte esencial en la erradicación de esta terrible problemática.
       En este sentido, invito a todos a leer y apoyar mi campaña en Twitter, con la etiqueta #NoAlLenguajeSoez, en la cual alecciono e interactúo con mis seguidores, siendo muy apoyada y retuiteada esta “cruzada”, ya que, aunque escuchamos asiduamente este léxico vulgar, bajo y ramplón, la mayoría lo rechaza contundentemente.
       De un lenguaje vulgar y chabacano se genera la violencia verbal y la física. Observo actualmente que los niños de preescolar y primaria se “tratan” con las mismas vulgaridades que los “adultos”, lo cual requiere urgentemente atención y educación a tiempo. Yo no quiero, me niego rotundamente a que mis nietos —en un futuro no muy lejano— me digan “marica”, o cualquier otra clase de indecencia que se les ocurra.

Jacqueline González Rincones
Cibercorrectora
Twitter e Instagram: @Jacogori

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